viernes, 21 de diciembre de 2007

Algunos textos de María Alicia Gutierrez que nos orientaron

Experiencia, acontecimiento y representaciones del aborto en adolescentes

María Alicia Gutiérrez
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires

El aborto, una de las prácticas sociales silenciadas en parte debido a la penalización, implica la decisión autónoma de las mujeres sobre su propio cuerpo.
Es justamente entre la preeminencia de la racionalidad desgarrada y las sensaciones que configuran la subjetividad, entre el silencio y la no asunción pública de una decisión de orden privado, lo que sitúa a las mujeres en un punto de profunda conflictividad a la hora de decidir sobre su propio cuerpo.
En el caso de las adolescentes se encuentra especialmente potenciado por tratarse de una etapa vital de enorme complejidad en relación a la sexualidad, situación que adquiere rasgos particulares en condiciones de vulnerabilidad social.
En diversas investigaciones sobre el campo temático se ha aludido al rechazo de las/os adolescentes al aborto, vivenciado como un acto pecaminoso y en algunos casos delictivo. La significación del ethos cultural conformado por la doctrina de la Iglesia Católica que lo sitúa como pecado y crimen, así como la dimensión de género, inciden no sin contradicciones en la percepción, representaciones e imaginario de las adolescentes acerca del aborto.
El proceso de negación y rechazo, cuando por otro lado, existe acceso a la práctica del aborto conforma un campo en el sentido de Bordieu,[1] donde se juegan conflictivas tensiones y contradicciones.

Adolescencia: explorando la sexualidad

La noción de aventura y experiencia permite adentrarnos en la dimensión de la sexualidad en la adolescencia donde se produce un tránsito hacia un “otro” del mundo exogámico.

La experiencia es un punto de quiebre, un momento que se constituye cuando sucede, caracterizado por la carencia de planificación. Es un “evento” contingente.

“Me cuidaba con preservativo siempre excepto los días antes de menstruar, para experimentar que diferencia había entre usar o no preservativo. Hay muy poca diferencia y no vale la pena arriesgar. Puedo disfrutar cuidándome, no dejándome llevar por las ganas de experimentar” ( Gabriela, 19 años).

Ante el inicio de relaciones sexuales, el sujeto está inmerso en una situación incierta. Es necesario poder contemplar el cuerpo con cierto extrañamiento e interrogarse sobre como se produjo dicha situación. Un aspecto se torna ineludible: a partir de ese momento: algo cambió.

Bachelard (1985) lo refiere como “el descubrimiento y la revelación del mundo y al mismo tiempo de la intimidad humana.” Se trata de una disrupción en la vida de una adolescente, un salto irreversible donde las cosas no serán igual, algo de la niñez queda en el pasado y el hacerse cargo de la experiencia vivida se torna sumamente dificultoso.

La idea de “fuerza misteriosa” nos remite a una singularidad que escapa a toda determinación, y también a toda predicción o causalidad.

Se produce un acontecimiento. Alan Badiou (2003) nos refiere que dicho concepto sugiere dos movimientos: por un lado, demanda que el sujeto, fiel a la situación, participe de manera “activa”. Por otro lado, la “fidelidad” a la situación implica que el sujeto piense y actúe a partir de ella, generando de este modo una ruptura en la situación, o sea no sólo “de qué manera pienso y actúo en esta situación”, sino “de qué manera voy a continuar pensando y actuando a partir de aquí”.

“.......no hay conciencia de la sexualidad, yo no tenía conciencia a los 14 años cuando comencé a tener relaciones sexuales” (Gabriela, 19 años).

Estas ideas pueden orientar la reflexión de una de las contradicciones mas fuertes entre conocimiento/información y acto/prácticas presentes en el discurso de los/as adolescentes, todo ello en un entorno donde las representaciones marcan muy claramente el “deber ser” que se fisura en el mismo momento de una práctica que, justamente, se inscribe en esa instancia imposible de regular.

Ello lleva por otro lado, a la dificultad de “hacerse cargo” que tanto demandan a los/as adolescentes las leyes, las regulaciones y los servicios de salud.

“ La información la tenía pero no sabía como cuidarme” ( Noelia, 15 años).

“las adolescentes no le dan importancia a la anticoncepción, quizás sí al preservativo pero no hay idea de prevención, Les cuesta mucho a los adolescentes interesarse, aunque hay mucha información. Recién empecé a tomar anticonceptivos cuando fui a la ginecóloga, allí hay mas conciencia” (Gisela, 19 años).

Las representaciones, pensadas como producto de la conciencia colectiva según Emile Durkheim fueron reformuladas alrededor de la década del 50 del siglo XX proponiendo una construcción centrada, básicamente, en la comunicación, la cognición social y el pensamiento del sentido común (Moscovici, 1979).

Constituyen un conjunto más o menos estructurado o impreciso de nociones, creencias, imágenes, metáforas y actitudes que funcionan como esquemas de percepción, valoración y actuación definiendo el conjunto de nociones y acciones donde los sujetos articulan su plan de vida.

Las representaciones sociales al constituir un campo específico de significación son una forma particular del conocimiento anclado en el sentido común cuya finalidad es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. Involucran no solo las expresiones verbales, racionales, conscientes, sino también elementos irracionales e inconscientes.

Son referencias del sentido común que permiten a la gente describir, explicar y actuar en la vida cotidiana.

El sentido común hace posible interpretar situaciones, captar las intenciones y motivaciones del otro, actuar y moverse con soltura. Está hecho de presunciones que se admiten como dadas naturalmente (Schutz,1974). Es un operador práctico que implícitamente establece fronteras entre lo permitido y lo prohibido, lo importante y lo insignificante, lo correcto y lo incorrecto, lo comunicable y lo incomunicable (Bordieu,1991).

Las representaciones también constituyen una unidad funcional organizada que toman sentido social, estableciendo distancia y a la vez condicionando las acciones de los sujetos.

“tenía idea que era ilegal...por eso no quería venir al hospital porque estás haciendo algo malo” ( Gisella, 16 años).

Estas consideraciones de Bordieu, tienen un anclaje importante en la cuestión del aborto. El sentido común de prohibición, asesinato y/o crimen se constituye sobre la base de un ideario social, atravesado por nociones del pensamiento científico, que tiene una profunda incidencia en el cuerpo de las mujeres. Orienta sus acciones en función de las posibilidades de decisión o no y, en el caso de las adolescentes, las enfrenta a una situación crítica de la cual es complejo hacerse cargo al estar atravesada por la prohibición de la sexualidad.

Dicha “prohibición” constituye un imaginario social construido y situado históricamente por argumentaciones de origen religioso avalados por supuestas “demostraciones” científicas. A pesar de ello como la experiencia y la sexualidad “insiste” las adolescentes se encuentran en un callejón sin salida al no poder confiar en la familia y los espacios institucionales para transitar con alguna coherencia entre deseos, conocimiento/información y acciones.

El sentido común no es estático y se va recreando de acuerdo a las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales de un determinado momento histórico.

La realidad del aborto, que atraviesa todas las edades de la etapa reproductiva, adquiere una significación diferente en el caso de las adolescentes. La posibilidad de transitar una experiencia sin intervención de terceros (utilización de misoprostol) va constituyendo un imaginario donde pareciera que se produce una borradura en el ideario pecaminoso y en las condiciones de riesgo. Evitar la presencia del médico, el acuerdo monetario y la idea que, el misoprostol es para retrasos menstruales (información impartida por muchos farmacéuticos) en muchos casos las aleja de la importancia de la consulta especializada.

“Al saber que es para que te venga la menstruación (se refiere al uso de oxaprost) quizás no tenés demasiada conciencia que es un aborto” ( Gisela, 19 años) .

El “nuevo” sentido común colisiona con el “antiguo”. Ello se expresa en muchos casos en las dificultades para la atención postaborto que se ve demorada por la presencia de la ilegalidad y el principio moral de la prohibición y en otros, la visualización del hospital como un lugar amigable.

“Yo tengo la imagen “antigua” del aborto que puede terminar mal, ese método que se hace en un lugar, con un médico.... Ahora con las pastillas si uno tiene un problema termina en un hospital donde hay más seguridad” ( Silvina, 21 años).

“Escucho hablar a amigas que dicen que estuvieron embarazadas y que lo perdieron......ahora pienso que es igual que yo, que se hicieron un aborto con pastillas” ( Silvina, 21 años).

Aquí aparece la confrontación de sentidos comunes diferentes en un mismo tiempo: por un lado la prohibición y por otro la libertad de decidir sobre el propio cuerpo atravesada por actos de comunicación, especialmente de comunicación social e intersubjetiva. El sentido común entonces, postula, reformula pero también contradice.

En los tiempos actuales coexisten innumerables fusiones, alteraciones y transformaciones de sentidos y prácticas. Las personas se enfrentan a una pluralidad de sentidos y sobre ellas deben organizar su vida y las identidades (Beck y Beck, 2001). Explorar los discursos, imaginarios, ideologías y representaciones sociales como conjuntos de significados abstractos poco nos dicen, en muchas circunstancias, como afectan la vida y las decisiones privadas de los sujetos concretos.

“Nunca había pensado qué pasaría si me quedaba embarazada. Cuando me toco a mi lo pensé por mi vida, por mi derecho, después pensaba en el “derecho a la vida” de mi hijo que ahora lo tengo re-presente.......yo le preguntaba a una amiga si no se sentía culpable porque yo “ me quiero matar”, “yo me dañé” y ahora mi miedo es si tengo algún daño y no puedo tener más hijos, porque lo más importante es tener una familia” (Carina, 20 años).

El aborto y su contracara la prevención

El aborto es el derecho a decidir sobre el propio cuerpo en total libertad implicando mucho mas que el hecho de interrumpir un proceso de gestación: implica recuperar el cuerpo de las mujeres para su autonomía (Gutiérrez, 2003 ).

Es un acontecimiento que está atravesado por una serie de dimensiones que hacen, en la mayoría de los casos, a una serie de imposibilidades en diferentes planos: económico, social, cultural y subjetivo. Supone que un sujeto advino a la sexualidad genital, que realizo experiencias en su vida sin el debido cuidado, que no se atuvo a la prevención, irrumpe un embarazo no buscado y finalmente, un aborto. Estas instancias pueden ser producto no solo del desconocimiento del sujeto ni de la falta de información de los servicios, sino de la imposibilidad de hacerse cargo de la experiencia en el sentido que lo hemos relatado.

“No me cuidaba, en dos años no me cuidé, por eso estaba preocupada por si podía quedar embarazada. Conocemos todos los métodos, aprendí en la escuela sobre menstruación, relaciones sexuales, enfermedades, pastillas y preservativos....pero no me puse a pensar por qué no me cuidaba.”(Eleuteria, 20 años).

Las condiciones ambientales que inciden en las prácticas sexuales de los/as adolescentes son elementos cruciales al pensar las estrategias de prevención, como así también la capacidad de situarlos como ciudadanos/as o sea sujetos de derechos, entre ellos la potencialidad de vivir su condición subjetiva y la relación con su cuerpo en condiciones de libertad. En contextos de vulnerabilidad social la dificultad para el acceso a la prevención se adiciona a la subjetividad propia de esa etapa de vida.

“Tomaba pastillas, HARMONET pero estuve un mes sin tomar porque no podía venir al médico. Mi abuela me compró otras más baratas y se produjo un cambio en mi organismo y en ese lapso tuve relaciones. Las tomé mal, no tenía claro como tenía que tomarlas.” ( Paola, 20 años).

La ilegalidad del aborto coloca a las adolescentes en una situación dual: por un lado tienen algún conocimiento de la situación y por otro operan como si ello no existiera. Esto muestra la tensión entre dos representaciones en contradicción que conviven en un mismo tiempo histórico.

La dimensión de género está representada en la conciencia que las acciones, en relación al uso o no de anticoncepción como la situación de un embarazo no buscado, es de exclusiva responsabilidad de las mujeres.

Esta vivencia es concordante con el imaginario social que las mujeres deben ser las responsables de la sexualidad en general y muy especialmente de las posibles “complicaciones” que conlleve. Ante un embarazo sienten miedo, culpa, y la sensación de haber realizado algo incorrecto, especialmente en el caso del aborto aunque se haya llegado a la decisión con relativa convicción. Por ello, en la reincidencia de un segundo embarazo no buscado, la necesidad de “reparar” es un elemento importante a considerar, aunque el efecto de ello sea el atravesamiento de una nueva instancia crítica que las lleva a la repitencia del aborto.

“Luego de un primer embarazo me indicaron pastillas y si no podía buscarlas o comprarlas se cuidaba mi novio con preservativo....dejé de tomar la pastillas después del primer aborto.........no sé por qué......” ( Eleuteria, 20 años).

La convicción que un embarazo no buscado, aunque sea en situaciones de pareja estable o inestable, marca el cuerpo de las mujeres induce a las adolescentes a diversas estrategias: por un lado una negociación dificultosa con el varón y por otro, el silencio, cuando existe la convicción de no continuar el embarazo para poder tomar la decisión con libertad y sin coerción.

“Las dos veces decidí sola, mi novio no sabía porque él estaba confiado en que yo me cuidaba. Cuando le conté se enojó mucho porque le mentí que me cuidaba, nos enojamos pero después volvimos......”( Paola, 20).

Reflexiones finales

El inicio de las relaciones sexuales constituye una instancia de suma importancia en la vida de las adolescentes. Al placer de la nueva situación se adiciona la responsabilidad para la cual no fácilmente se sienten habilitadas. No siempre es la falta de información sino el modo en que es decodificada esa información en función de cada subjetividad.

La dimensión de género atraviesa inconcientemente la noción que la mujer es quien inscribe en su cuerpo las “fallas” de la asunción de una sexualidad plena y responsable.

El imaginario social se conforma de una serie de representaciones que ancladas en el sentido común conjuntamente con argumentaciones propias de instituciones que se arrogan el derecho moral de regular la vida de las personas expresadas en legislaciones restrictivas. Ello hace imprescindible la existencia de programas que incluyan a los/as adolescentes en su formulación, implementación y evaluación.

Por otro lado, los servicios públicos capacitados en Consejería constituyen una condición de posibilidad para el despliegue de una sexualidad con menores riesgos para las/os adolescentes. Ello en el marco del reconocimiento de los “malentendidos del lenguaje” donde lo que se prescribe, explica, razona, fundamenta es escuchado en una clave profundamente distante de la experiencia y del necesario “extrañamiento u alejamiento” que un sujeto debe adoptar para que la aventura se transforme en una reflexión acerca del continuum de su vida.

Por ello y en consideración a la noción de experiencia con lo que implica de aventura y dificultad de registrar el futuro, a pesar del conocimiento acerca de la prevención es necesario reflexionar sobre una instancia que incluye un tiempo de “espera” en los/as adolescentes para la real asunción de una sexualidad libre, sin riesgos y que les permita como a Gabriela poder “decir y sentir”

“Tengo claro que cuando quiera tener un hijo quiero desearlo, tener y poder darle todo lo que necesite. Con amor solo no se alimenta. Estoy tranquila con la decisión porque estamos de acuerdo con mi novio y conversamos mucho. Ahora estoy tranquila, despreocupada, contenta por haber podido decidir y por suerte junto con mi novio. Fue una experiencia que nos deja como lección aprender a cuidarnos mucho más”.(Gabriela,19 años)

Bibliografía

Bachelard, Gaston (1985) El derecho de soñar, Fondo de Cultura Económica, México.

Badiou Alan (2003) “ La ética. Ensayo sobre la conciencia del mal”, en Abraham Tomás, Rorty, Richard y Badiou, Alain, Batallas éticas, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires.

Moscovici, Serge (1979) El psicoanálisis, su imagen y su público, Editorial Huemul, Buenos Aires.

Bordieu Pierre (1991) El sentido práctico, Editorial Taurus, Madrid.

Schutz, Alfred( 1974) El problema de la realidad social, Editorial Amorrortu, Buenos Aires.

Beck Ulrich y Beck-Gersnsheim Elizabeth (2001) El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa, Editorial Piados, Barcelona, España.

Gutiérrez María Alicia (2003) “Silencios y susurros: la cuestión de la anticoncepción y el aborto” en Revista Jurídica universidad Interamericana de puerto Rico. Facultad de Derecho, San Juan de Puerto Rico, Vol.XXXVIII, Número 1, Septiembre/Diciembre




























[1] El campo es un espacio de conflictos y de competencia al interior del cual se desarrolla una batalla por establecer un monopolio sobre la especie específica de capital que es eficiente para construir una autoridad y un poder. Es una lucha por la definición del juego y las reglas del juego que son características de toda relación social.

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